Museo de Valladolid
4 de mayo de 2020
4 de junio de 2020
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Junta de Castilla y León
Museo de Valladolid
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Museo de Valladolid. Desde mediados del siglo XVI conventos y monasterios fueron habituales clientes de los alfares de Talavera de la Reina, donde mandaban realizar vajillas para sus refectorios y botamen para sus farmacias. En general, piezas de loza en blanco, funcionales, y con una decoración sencilla en azul cobalto que muchas veces, como en este especiero, era el escudo de la orden religiosa, más o menos ornamentado. Las piezas, por su vidriado brillante e impermeable, su calidad y fácil limpieza, eran apropiadas para el uso frecuente, y también asequibles para buena parte de la población.
Por entonces, el humanista Lucio Marineo Sículo -en su Relación de las cosas memorables de España- citaba Talavera como lugar donde se hacía piezas de vajilla de muchas y diversas maneras, de excelente vidriado blanco y de color, muy delgado y sutil. Y también en el siglo XVI, entre las Grandezas y cosas notables de España, Pedro de Medina hablaba de los numerosos maestros y oficiales que elaboraban en Talavera la mejor loza vidriada de España. Decía que se hacía tal cantidad que se distribuía por todos los pueblos a precios muy baratos.
A comienzos del siglo XVII, y si ya de por sí la producción era abundante, una pragmática de Felipe III que prohibió la utilización de vajillas de oro y plata vino a contribuir al auge de la producción, cuyo esplendor se mantendrá hasta entrado el siglo XVIII. Es en esta época cuando se constatan documentalmente frecuentes encargos de piezas a talleres de Talavera para varios conventos vallisoletanos, de cuyas características, aspecto y calidad, da testimonio este especiero que en la mesa del refectorio serviría de recipiente para la pimienta y otras especias utilizadas para condimentar los alimentos.
Es de loza vidriada en blanco, forma ovalada, con dos pocillos y decoración en azul cobalto. Presenta en el frente escudo coronado de la Orden franciscana: las cinco llagas de san Francisco y los brazos de santo Domingo y san Francisco que se cruzan ante la Cruz. Por detrás lleva la inscripción: Sn Francisco.
El convento de san Francisco fue uno de los principales de Valladolid. La reina doña Violante, mujer de Alfonso X el Sabio, donó a los franciscanos en 1260 unos terrenos para su construcción junto a la plaza del mercado (luego Plaza Mayor), lugar donde permaneció hasta su destrucción en el siglo XIX. Tenía su entrada principal por la acera de san Francisco. Su portada original se reedificó, tras el incendio que arrasó la ciudad en 1561, según la dibujó luego Ventura Pérez. La puerta de la portería estaba por la calle Santiago, a la altura del actual cruce con Héroes de Alcántara y Constitución. La iglesia era de estilo gótico, de una sola nave con capillas.
En los años de la Guerra de la Independencia el convento fue ocupado por las tropas francesas y sufrió un gran expolio, al igual que toda la ciudad. Con la desamortización de Mendizábal (1835-1836) el edificio fue demolido “por cuenta del Estado”, procediéndose a la venta de los solares resultantes. Todo ello con la finalidad de facilitar a los particulares su adquisición y el trazado de calles anchas y espaciosas “para hermosear el ornato público”. Años después, en 1847, se abriría la calle de la Constitución.