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"Santo Cristo de Burgos. Mateo Cerezo Padre"

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Fecha de inicio:

1 de marzo de 2015

Fecha de finalización:

1 de mayo de 2015

Colectivo destinatario:

Todos los públicos.

Tipo de evento:

Educación, Investigación, Burgos, Cultura, Actividades culturales, Museos, Colecciones, Conservación, Exposición, V Centenario Santa Teresa

Entidad organizadora:

Junta de Castilla y León

Lugar de celebración:

Museo de Burgos

Directora: Marta Negro Cobo

Casa Miranda, C/ Miranda, 13.. C.P.: 09002 Burgos.

947 265 875

947 276 792

Correo electrónico (pulse para verlo)

http://www.museoscastillayleon.jcyl.es/museodeburgos

Descripción:

Museo de Burgos. La obra seleccionada reproduce la conocida y famosa imagen del “Cristo de Burgos”, imagen de culto expuesta en la capilla homónima de la Catedral burgalesa desde 1844. La historia del “Cristo de Burgos” que en la literatura clásica se le menciona como “Santo Crucifijo de San Agustín de Burgos” es una historia de leyenda, hecho común a muchas imágenes de la Edad Media y Moderna.

Según la tradición oral que recogen varios autores, entre ellos el Padre Flórez, un mercader burgalés que volvía en barco desde Flandes encontró el Cristo dentro de una caja flotando en el mar Cantábrico. Dicho mercader, llamado al parecer Pedro Ruiz de Minguijuan, lo entregó en el monasterio de San Agustín a cuyos monjes había prometido un regalo precioso. El Cristo fue instalado en la iglesia del monasterio donde fue objeto de gran devoción por lo que se le construyó una capilla anexa destinada a su culto. A lo largo del tiempo atrajo la atención de numerosos peregrinos y personajes ilustres caso de Felipe II, Santo Tomás de Villanueva o Santa Teresa de Jesús, entre otros. Su fama de imagen milagrosa se extendió con rapidez y a él acudía la sociedad burgalesa en momentos de necesidad para pedir ayuda contra la peste o las malas cosechas.

Trascendiendo la leyenda, si debemos señalar que este Cristo es una obra elaborada en un taller flamenco, aún sin identificar, que incorpora ya una nueva estética de expresión íntima y piadosa, preludio de la futura devotio moderna, en convivencia con el patetismo expresivo del estilo gótico. La explicación lógica es que esta obra fue adquirida por un mercader burgalés en un taller flamenco y trasladada a Burgos, al Monasterio de San Agustín, a principios del s. XIV. Hecho que no debe extrañarnos ya que entonces la ciudad mantenía un buen tráfico comercial con el norte de Europa, por lo que sus mercaderes disponían de medios y dinero para la adquisición y traslado de una obra de estas características.

La devoción al Cristo de Burgos se extendió por amplios territorios y su imagen era demandada por numerosos creyentes, máxime si tenemos en cuenta que únicamente se exhibía al público los viernes. Sin embargo habrá que esperar hasta el s. XVII para disponer de las primeras reproducciones pintadas destinadas a retablos o para uso privado. La iconografía que se creó reproduce fielmente la de la escultura: Cristo de gran tamaño cubierto con largo faldón blanco, cabeza caída y cabellos largos. Le identifican también los grandes clavos con cabezas metálicas cónicas y los fondos neutros y oscuros que resaltan las pálidas carnaciones. Esta imagen icónica alcanzó gran difusión en España e Iberoamérica sin apenas alteraciones a lo largo de casi dos siglos. Uno de los primeros pintores en utilizarla fue Mateo Cerezo, el Viejo, autor del presente cuadro. Este pintor tuvo abierto taller en Burgos aunque no realizó una obra muy destacable, sin embargo es conocido, además de por la presente iconografía, por ser el padre de Mateo Cerezo, el Joven, artista de gran calidad del que se pueden contemplar varias obras en la sala precedente.